El sábado pasado se anunció la cancelación de Sálvame. Dudo que haga falta proporcionar la siguiente información, pero por si eres Kimmy Schmidt y has vivido en un búnker los últimos 15 años, Sálvame es un programa presentado por Jorge Javier Vázquez en el que repasan la prensa del corazón y que emite Telecinco. Parece que el hueco que va a dejar por las tardes va a ser ocupado por un programa de Ana Rosa Quintana —Dios nos pille confesados, sin ser yo nada de eso—.
La cancelación del programa ha servido para —de nuevo— ver un aluvión de críticas al programa, muchas de ellas con un cierto olor a clasismo y superioridad moral y supuestamente intelectual que me dan un poquito de tirria. Otras son bastante más ridículas y creo que no merece la pena ni tenerlas en cuenta, pero como muestra, dejo el título de una columna de El Mundo: La muerte de Sálvame: ¿y ahora qué va a ver Pedro Sánchez? Poco más que decir. Volvamos al clasismo y la superioridad moral, que es en lo que quería yo centrarme.
Sinceramente, nunca he visto Sálvame porque no puedo escuchar a más de tres personas hablando a la vez —especialmente si lo hacen en voz alta o gritando, mi cerebro colapsa— y porque no me interesan los temas que tratan. Pero no por eso voy a mirar por encima del hombro a quien lo ve. Importante recalcar que hablo en presente, porque me toca entonar un mea culpa en toda regla y confesar que durante años yo critiqué de esa manera a Sálvame y sucedáneos. Y es por eso que son estas críticas las que quiero analizar un poco más. Porque son las que yo misma he realizado y ahora me parecen injustas

Empiezo por este titular —también de El Mundo, pero por favor, nótese que he leído este contenido con fines puramente investigativos—: Adiós a la telebasura. Mediaset pone fin a Sálvame el 16 de junio y entrega las tardes de Telecinco a Ana Rosa Quintana. Telebasura es un término que no me gusta y que sin embargo he utilizado en numerosas ocasiones en el pasado. Millones de veces si me pongo puntillosa. Analicémoslo.
La RAE define telebasura como “conjunto de programas televisivos de contenidos zafios y vulgares.” Sinceramente, es un término bien amplio que se puede aplicar a multitud de programas. A mí me resultan zafias y vulgares las opiniones y formas de ciertos programas que se denominan tertulias políticas; me resulta zafio y vulgar (y síntoma de la sociedad machista en la que vivimos, ya que estamos) que Piqué en un programa use “violador” como un elogio. Pero parece que telebasura se utiliza únicamente para programas muy específicos, en general para realities o algunos programas “del corazón”. Yo ahí ya veo un problema.
Me resulta zafio y vulgar (y síntoma de la sociedad machista en la que vivimos, ya que estamos) que Piqué en un programa use “violador” como un elogio.
Siguiendo con la RAE, una de las acepciones de basura es “(...) indicar que lo designado por el sustantivo al que se pospone es de muy baja calidad”. De nuevo, ¿qué calidad valoramos en la llamada telebasura? ¿La calidad de la imagen, de la producción, la audiencia, la calidad “intelectual” de los contenidos? ¿Es de más calidad un programa aburrido en el que se habla de literatura aburrida o un programa que hace reír a millones de personas con discusiones ridículas, por ejemplo?
Yo no tengo una respuesta clara a todo esto, sí muchas preguntas como puedes ver, así que de un tiempo a esta parte prefiero evitar usar un término que no me parece claro y sí lleno de prejuicios. Estos prejuicios, que yo soy la primera en reconocer que he tenido, son también los que hacen que muchas veces hablemos de estos contenidos como guilty pleasures. Otro término con el que rompí hace tiempo. Porque usarlo hacía que realmente me sintiese en cierta manera “culpable” al consumirlo, cuando me haría pasar un buen rato si no le añadiese ese calificativo.
En mi caso, consumo ciertos programas que en otro momento habría descrito como guilty pleasures cuando mi cerebro no puede más después de trabajar, planear y hacer comidas/cenas/desayunos/meriendas, poner lavadoras, jugar con mi hija durante horas… o últimamente cuando me paso 24 horas manteniendo con vida a un bebé mientras me recupero de un embarazo y un parto y de paso hago algunas de las cosas que mencioné antes. Llega un momento en que no puedo hilar dos frases de un libro por mucho que lo esté disfrutando y ver Love is Blind, Selling Sunset o La isla de las tentaciones me entretiene un rato sin tener que usar muchas neuronas. Dejar de verlo como algo de lo que avergonzarme me deja relajarme aún más, sinceramente. No digo esto como una “excusa” de por qué los veo —porque no se necesitan excusas o justificaciones— si no mi caso particular. Pero si hay quien quiere verlos porque es lo que más le gusta ver por encima de otros programas o series, ¿por qué voy a juzgar yo esa decisión? ¿Quién soy yo para hacerlo?
Con el tema de los guilty pleasures pasa algo similar a los programas que se denominan telebasura. Curiosamente se suele utilizar este término con contenido muy específico y en general dirigido a mujeres, oh sorpresa. Porque vamos a ver, ¿por qué es más guilty pleasure ver una comedia romántica que ver la última de Marvel? ¿Por qué consideramos de peor calidad una película sensiblona con un final feliz y a lo mejor un tanto problemática en su idea del amor romántico y no le ponemos los mismos estándares a una película de guión regulinchi con efectos especiales chunguísimos e igualmente problemática en su idea del amor romántico? ¿Podemos dejar ya de usar guilty pleasure para referirnos a algo que nos apetece ver o hacer y que no llamamos pleasure sin más por prejuicios mierderos de la sociedad?
¿Podemos dejar ya de usar guilty pleasure para referirnos a algo que nos apetece ver o hacer y que no llamamos pleasure sin más por prejuicios mierderos de la sociedad?
Vuelvo a Sálvame, que me paso de desvaríos. Termino ya. Esta newsletter no intenta ser una alabanza a Sálvame, programa que como tantos otros tiene sus cosas “buenas” y otras que yo personalmente considero problemáticas. Pero sí es una llamada a pararse a pensar de dónde vienen ciertas críticas. De quitarnos los prejuicios cuando hablamos de ciertos contenidos de entretenimiento, que al final eso es lo que hacen, entretener. Y si a ti te entretiene ver a señores viendo a otros señores pegando tiros en un videojuego, adelante; y si te entretiene ver a Belén Esteban y Jorge Javier Vázquez cotilleando, adelante también. Mientras no hagas la vida más difícil a la gente, adelante.
Esto de “hacer la vida más difícil a la gente” me lleva a plantearme qué nos espera en Telecinco ahora que Ana Rosa también tiene las tardes de la cadena. Ya ha dicho que se queda en las mañanas y las tardes “hasta las elecciones”. Teniendo en cuenta las mentiras que echa esa señora por la boca y la manipulación de la realidad que presenta, da un poco de miedo pensar que millones de personas no van a tener ahora la contra de Jorge Javier Vázquez. Pero ponerme a analizar este punto ya alarga mucho una newsletter ya más larga de lo normal, y tengo un bebé al que alimentar y un libro esperándome en el kindle.
Así en resumen, disfrutemos de libros, música, películas, programas, vídeos de Youtube, directos en Twitch, redes sociales, etc. sin que nadie nos quite las ganas de hacerlo. Y dejemos que los demás lo hagan igualmente. Yo a día de hoy sigo trabajando para quitarme muchos prejuicios de encima y merece la pena.
Te dejo una canción que no tiene absolutamente nada que ver con este tema pero que escucho mucho últimamente y me pone de buen humor, por eso de mi obsesión con la nostalgia revisitada y lo bien que sienta bailar y cantar.
Nos leemos.
- María